Publicidad Politica
No me cae bien la publicidad. Debo decirlo.
Pueda que así se comprendan un poco más la siguientes líneas.
Mi disgusto data del 2010. La materia "Introducción a la Publicidad", parte del "pensum" de la Licenciatura en Periodismo, pueda que sea la culpable. Ja.
Lo cierto es que aborrezco la publicidad por el hecho que, entre otras cosas, crea necesidades que, simplemente, no deberían de existir; mientras el ecosistema y sus elementos desaparecen por la contaminación y el consumismo.
Lastimosamente, el "mercado" presenta en su esencia el ejercicio de la publicidad. Productos y servicios se demandan en todo el mundo, motivados casi siempre por esta.
Pueda que usted no requiera el producto, que simplemente no lo necesite en su vida o en su actividad diaria, pero, lo hacen pensar, a veces inconsciente: ¿qué dirá el vecino de mi si sigo conduciendo el mismo vehículo por más de diez años? ¿Será que le seguirá gustando a la vecina si sigo usando mis pantalones acampanados? ¿Qué hay de mi café? ¿Podré sacar mi celular en Metrocentro sin que me vean raro por haberse fabricado la década pasada? En fin.
Y, sí, lo sé, la publicidad también afecta la autoestima. Pero, ese es otro tema. O quizás no.
Lo cierto es que la invitación al consumo es constante y permanente. Porque detrás está padrastro "Capitalismo" y madrastra "Mercado", moviendo los hilos que llevan de "la seca a la meca" a toda la población de este planeta.
¿Hasta cuándo? Solo la Fuerza lo sabrá. O lo detendrá. Ya ni sé para dónde batea el Creador.
Mientras tanto, la "madre naturaleza" observa como la deforestación, el desorden habitacional, la sobrepoblación y la falta de amor por la convivencia sana y el futuro de la humanidad va destruyendo al planeta "Tierra".
Porque más te vale tener capital. Del alimento, oxigeno, agua y demás recursos naturales olvídate. El dinero lo puede todo. Recuérdalo siempre: Todo en este mundo tiene su precio. Acumula pisto y resuelve tu vida. En fin.
Volviendo al tema, debo decirlo, en la política, para desgracia mía, también mete su cuchara la publicidad. Algunos le llamarán propaganda o campaña. Pero, cuando se trata de elecciones, el candidato expone sus cualidades y virtudes (si acaso existen) y ofrece sus propuestas, planes o proyectos de gobierno a la población. Oferta y ¿demanda? La primera, sí. En periódicos, radio, televisión e internet. 24/7. Aturde. Desespera. Hostiga. A la segunda la definiría como un eslabón del ejercicio de la democracia.
Entonces, el concepto toma seriedad. Y si analizamos todas las ofertas, frente a algunos casos se facilita afirmar que la parafernalia, el ruido y/o el ribete partidario mueve a varios a marcar su bandera o rostro. ¿Faltará criterio en el votante? ¿Bastará lo superficial para ganar su voto? ¿Será un tema de mejor o peor oferta?
¡Ojo! se gastan millones. A más de alguno convencen; sí, a varios si somos honestos.
Pero, ¿qué hará falta en la demanda, pues? ¿Será lógico comparar un cargo de elección popular con un producto o servicio del mercado? ¿A qué precio nos termina saliendo la oferta electoral? ¿Existirá una Defensoría del Consumidor en este caso? ¿El producto electoral presenta garantía? Triste, ¿no?
Lo actual: las presidenciales. En dos años: las legislativas y municipales.
El orden pasa por la Asamblea. Liberarla de ácaros y garrapatas, un paso necesario.
Luego, el compromiso, la ética, el apego a la norma, la justicia y la responsabilidad detrás de empleados y funcionarios del Estado. Pasos necesarios. Nuevas costumbres.
Y que no nos duerma lo fantástico y mediático desde la administración pública.
La publicidad política se actualiza y perfecciona.
Hoy, pasamos de marcar banderas a manchar rostros.
Y la partidocracia que no ayuda.
En fin. Queda mucho por hacer.
Rafael A. Rodríguez C.
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