Lo cierto es:
Hace 3 meses saludé en persona por primera vez a una señorita. Omitiré su nombre. No es necesario publicarlo. Empecé siguiéndola en Twitter, red social dónde me mantengo activo, dicen. Y tienen parte de razón. Previo a aquel saludo, setenta y siete kilómetros de carretera y camino vecinal. Vehículo automotor de por medio, me presenté esa tarde y el desenvolvimiento social, como casi siempre, fue el natural. Sonrisas, bebidas, plática tímida (la mía), parecía que una bonita amistad nacía. Percepción, después de todo. Entonces, la distancia fue abatida por mi entusiasmo e interés por la convivencia, pese a tener bien clara la suma detrás de los ingresos fijos. Y la visita pasó de lo semanal a lo de cada tres o cuatro días. Comidas, bebidas, pláticas, hasta sueños. Con el debido respeto y la distancia, controlando en todo momento y lugar a la atracción física. Menos mal, la bebida en lata se puso barata, costeando su consumo para toda la semana. Visitas a ferreterías, veterinarias, centros comerciales, supermercados. En fin. El debido apoyo y la manifestación sencilla de la caballerosidad. Y, sí, pueda que la circunstancia y la poca fluidez verbal haya generado decepciones. Cada quién pone la vara. Y la usa. Usted decide. Lo cierto es que entregué lo poco (o mucho) que queda, después de cumplir con las obligaciones. Ahora, que se diga lo que quiera. Por el medio que sea. Lo cierto es que ni un tuit, ni un "screenshot" podrá borrar la sana, correcta y honesta expresión de amistad originada desde acá. Sí, lo sé, la verdad afecta. Duele. Quédate con la exageración y la manipulación de la realidad. Con el acomodo a tus necesidades. Total: publicismo.
#mrarc
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