Simpatía Partidaria

En octubre del año 1999 me convertí en ciudadano en este país, según la Constitución. Sujeto del derecho al voto. Nunca tuve "chiqui-dui". No recuerdo haber ido a marcar una bandera de niño. Ese año, si mi memoria no falla, terminó el período presidencial del Dr. Calderón Sol. 
No, no pude votar, mientras Francisco Guillermo era nombrado Primer Mandatario de El Salvador. Así, creo, transcurrieron esos hechos, como parte de la historia política dentro de estos 20 mil kilómetros cuadrados de territorio. 
Luego, hasta la fecha, tres presidenciales más. Dos victorias de la izquierda, una de la derecha. Aunque a don Elías lo expulsaron del partido. Esos ya son otros cinco pesos. 
No le voy a preguntar su preferencia partidaria, tampoco si milita o no en alguno de los partidos en este país. Quédese con el dato, no tenga pena. 
Por mi parte, les comparto que he votado por candidato y propuesta, independiente de la bandera que representa. Así, en el 2009 voté por el Dr. Quijano y no me siento tan arrepentido por su primer período. Para el 2012 voté por el Lic. Zamora y con este sí me fui "en chuco", pero bueno. Así son las elecciones. También decidí votar por Carlos Mauricio y el Profesor Sánchez Cerén y ahí vamos, percibiendo los cambios en la administración desde el Ejecutivo. 
Si usted tiene una simpatía bien marcada o definida por un partido político, déjeme decirle que su vida para el día de las elecciones se le ha facilitado. A menos que le toque votar por rostro. 
Simpatizar con la derecha, el centro o la izquierda partidaria, pienso, no debería verse mal. Razones para defender esto habrán demasiadas. Describiré dos: El derecho de Asociación no está sujeto, ni limitado al fin o la ideología de sus miembros. El ejercicio de otro derecho fundamental, como al trabajo, tampoco. Así, una media explicación del argumento. Les debo profundidad en el tema. Será quizás en una próxima. 
Entonces, póngase la camiseta, la vincha, el chaleco o saque la bandera del partido de su preferencia. Muestre con valentía los colores con los que simpatice. En la casa, en la calle, en donde las reglas civiles se lo permitan. 
Incluya las redes sociales. No sienta pena. Tampoco se cubra en el argumento de ser una persona "apolítica". ¿Quién dijo miedo? Defienda a sus "correligionarios", demuestre su apoyo a la posición política que ellos presentan ante la sociedad, cumpla con su reglamento interno. 
En fin, viva su simpatía partidaria. La crítica vendrá, sin importar el lado en el que usted decida estar. Sugiero objetividad y buen criterio. Los fines colectivos nunca los pierda de vista. Sea consciente de la necesidad de equilibrio y justicia en la distribución de los frutos y dele rienda suelta a la crítica constructiva, el autoanálisis y el debate inteligente. No se esconda detrás de una cuenta anónima. Tampoco limite su enfoque en la "paja" del otro. Antes fíjese en su "viga". El país necesita menos militantes partidarios y más ciudadanos comprometidos con la verdad, la justicia y el bien común. Menos pedradas y más propuestas. Eso.

Se ha escrito,
Paz.  

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