La cuota
O la pensión. La ley de familia le da su nombre técnico: Alimentos. Puede constatarlo en el Código de Familia vigente. Usted, si gusta, llámelo como quiera. Está en su derecho. Lo importante será seguir "sobreviviendo", digo, comunicándonos. Esa tarde, Atila no quiso subir la pendiente. Aquel andén se convirtió en montaña, con suelo arenoso o balastreado. Caída no hubo, para nuestra fortuna. Un par de minutos de pena, sí. Hasta ahí. Adentro, en la sucursal, busqué una esquina, como de costumbre. Sillas de forro negro hicieron cómoda la espera. A la distancia, la observaba, pendiente de cualquier necesidad, como siempre. Eso sí, desgraciadamente, al hombre promedio (como yo) se le dificulta observar esas necesidades que al solventarlas crean sonrisas, juntan y mantienen unidos. Lástima. Un día aprenderemos. Volviendo al tema, sentado en aquel lugar, lo de siempre: Observar. Bien cerca, una niña amamantada por su...¿tía? Me pareció curioso, hasta que dejó de alimentar a la menor, jaja. Ya, en serio, esa tarde mi atención la robaron unas madres muy jóvenes. Asumo su maternidad, ninguna me consta. Su cuerpo apenas arriba del peso mínimo. Dudo de la portación del DUI, pero, si lo andan, su número debe andar cerca de los 6 millones. Madres solteras, confirmado, su visita en aquel Banco lo constata. Muchas, sin el ánimo de chinear antes de cumplir la mayoría de edad, les tocó, obligadas, engañadas o por su gusto, informadas o no de los medios anticonceptivos. La criatura en casa, dormida, comiendo o salivando. Victima o benefactor de su realidad. Sin un gramo de responsabilidad, crece, sobrepobla y mantiene una costumbre no grata. Por su parte, el progenitor guardando quizás la amargura por el descuento en planilla, recuerda su travesura, su picardía, su delito. El placer que le duró 20 minutos -quizás más o menos- lo obliga ante la institución a responder, a actuar frente a las necesidades e intereses del menor. Las madrecitas al ser despachadas muestran un rostro diferente. Alegre no, quizás confiado o segura que con el billete recibido tendrán para la leche y los pañales. Ellas sabrán. Mientras tanto, yo, salí de ahí confiado que el aporte nunca utilizará tantas manos, ni tantos papeles. Lo prometo.
Se ha escrito,
Paz y bien.
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