Miedo contagioso

El otro día visité con Lourdes e Ivanna el restaurante Biggest, sucursal Paseo. Me tomo la molestia de mencionar su nombre porque, sin duda alguna, quedará en el recuerdo aquel 20 de junio del año 2012 en la sucursal Bloom. Pero, vaya, me centraré en la anécdota. Esa tarde acompañé a la menor al área de juegos infantiles. Gradas y deslizaderos plásticos generadores de sonrisas y cosquillas en los estómagos. El lugar me trae recuerdos de la niñez. Gratos, la verdad. No estoy seguro si celebré 10 o 12 años en ese lugar. Me la pasé bien, las fotografías lo demuestran. Aquel momento acompañando a la niña sirvió de "sparring" y reflexión. Entonces, concluimos que el miedo es contagioso y no se necesita oralizar. Basta una mano fría, el silencio, un paso hacia atrás. Alguien dirá prudencia. Otro, sentido común. La lección grabada en la memoria me deja claro que, como padre, debo evitar estornudar mis barreras psicológicas, usando pañuelo para externar a solas mis temores. En ausencia de los niños, por respeto a su coraje y valentía. Eso.



Se ha escrito,
Paz y Bien.

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