Lo doméstico de la vida
Desde temprano noté el afán de Isabel. Sacó el plato café y sirvió una cantidad solidaria de paella en éste, cubriéndolo con papel aluminio y dejándolo sobre la barra. Hoy es martes, la señora que lava la ropa visita esta casa. Y así fue. Horas antes del mediodía, tuve el espacio para ver ésto. Recordé los días universitarios y la materia Derecho Laboral I. Buen trabajo, Marcela. Mientras tanto, el chorro abierto impedía que la pila bajara su nivel de agua, el sol en su zenit nos recordaba que el cuerpo requería alimento. Bajé a la cocina, saqué un par de tortillas del congelador, le di paso de energía a la hornilla, busqué tenedor y chile jalapeño, le pregunté si se le antojaba, escuché su respuesta y calenté la comida en el microondas. Poco más de treinta minutos de video evocan recuerdos, conmueven conciencia, facilitan reflexión y confirman costumbres. Malas costumbres. La deuda pasada que pretende ser cancelada con fondos solidarios y billetes de buenas obras. A veces, conviene olvidar, reducir lo estricto y actuar...actuar. El objetivo, cuando no estorba la vanidad ni la preocupación, sigue siendo el agrado del Más Alto. Por eso, sacudí la mesa y ofrecí el alimento. Mañana, solo Él sabrá lo que viene. La lección del afán diario, la novedad de la armonía y el desinterés en la subjetividad del Plan, siguen consolidándose. Cuestión de tiempo. Estoy seguro.
Se ha escrito,
Paz y Bien.
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