El saco roto
Una semana que se resiste a cerrar en pura reflexión, distancia y melancolía. La segunda no solo depende de mí. Y mientras el programa no invite a participar, quedará leer y responder los mensajes por whatsapp. No queda de otra, por el momento. Así, uno puede hacer alarde de su educación, expresando en una frase corta y cóngoja previa el fin de la misma. El orgullo que debería conformarse con la satisfacción del bien realizado. Sin inquietarse por convencer o demostrar. La obra si sigue a la palabra, le da su lugar, su valor. Sino, será mejor dejarlo en lo intangible, respirar y actuar...actuar. Y, la verdad, pensándolo bien, aunque de yute sea el saco, se cose con egoismo si se pretende guardar la recompensa. El caso empeora si se trata de la pareja, con quien la interacción NO tiene otro motivo, otra razón. Tarde se aprenden algunas lecciones. Por ello, ni roto ni descosido. Sin éste, porque al terminar la noche, la luz del sol brilla, alumbra, calienta y nos recuerda que, a veces, conviene enfrentarse solo al día a día.
Se ha escrito,
Paz y bien.
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