Pacto con la muerte
¡Qué título! Lo dejo. Quiero hablar sobre la tregua. Ejecución por más de 365 días. Resultados al gusto del cliente. Para muchos, error del gobierno en turno, para otros, muy pocos, una muestra más de aquel verbo emblemático: INCLUIR. La pérdida de los derechos civiles y políticos, una consecuencia. La calidad de ser humano, desde la concepción hasta su fallecimiento, un reconocimiento constitucional. Planes fallidos, consecuencias conocidas. La violencia, incómoda e indebida, de difícil silencio, más si se busca a pura represión. Comprobado, sufrido, estudiado, analizado y, ojalá, comprendido. Un spot reciente dice lo contrario. Preocupante. Esa reacción diaria que ofende, lesiona y/o mata, puede -y debe- prevenirse. Una opción, quizás la mejor, la educación. Otra, más práctica, la costumbre, el hábito, la solidaridad. Una idea y una convicción que, gracias a Dios, circula por más cabezas y más corazones. Me calma. El primer paso, iglesia incluida, se ha dado. Tres mil vidas, comunicados serios de las pandillas, traslados de reos, pantallas y señal de cable en los recintos penitenciarios. Una pausa a su cultura, un pacto con la muerte, señales de Dios bajo una visión religiosa. Sin abundar el color de rosa, la dirección hacia adelante, a ocho meses de las elecciones presidenciales, la demagogia aparece, también la envidia y el egoísmo político. Usted, forme su criterio, analice realidad y vote. Hágalo. Eso sí, no crea todo lo que viene de los medios. Es un favor personal.
Se ha escrito,
Paz.
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