Cuajar...

Me recuerda a la abuela. La materna. Y su piedra de moler. Hoy habría cumplido un año más de vida. Ya está con el Padre. Prometo visitar su recuerdo el próximo año. Lo juro. En mi niñez, le veía mover la cuchara dentro de aquella enorme olla y preparar los huacales, los moldes. El producto final: cuajada. Sé tan poco del procedimiento, me permitiré decir que se requiere de leche, tiempo, calor y un par de "pastillas". Yo pongo los moldes, y si querés el fuego, en horno de leña, como la niña Elisa, en Cujucuyo, los días vienen de arriba, las pastillas comprémoslas, cincuenta y cincuenta. No esperes mucho, observa el molde, el tizón prendido y la cantidad de tortillas que nos alimentarán. Tostadas o de comal, me da igual. Debo aprender a palmear. Provecho, linda.

Se ha escrito,
Paz.

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