La Taza y el Frozen
No, no es una fábula. Pero prometo moraleja.
Ayer, citado por una cuasicolega, debí sentarme en un negocio de bebidas, en Metrocentro.
La idea original: Discutir detalles de un informe registral.
Lo sucedido: Lo inevitable, y un poco más.
Aquella investigación de casi 6 horas se vio opacada por el interés de interactuar de un modo diferente, queriendo hacer a un lado manifestaciones de timidez y estrés laboral, separado uno del otro por una mesa de aluminio y dos bebidas: una caliente, la otra, sudando. El ciclo del agua.
El cielo oscurecía, la tarde transcurría, la gente entraba y salía al Centro Comercial.
Ella interrogaba, yo le escuchaba, mientras jalaba por la pajilla el polvo de canela. Del plano laboral al personal.
¡Claro!, se iba a dar, por el ambiente, por la hora, por la intención original de aquella cita.
Seguí escuchando, opiné, respondí, asentí, apoyé, observé, critiqué y callé.
Y mientras atendía la conversación, el pasado 2.0 en tacones y con cola de caballo apareció en aquel lugar.
De la plática, lo esencial: Coherencia y honestidad, desde la posición de hombre. No se vale aprovecharse de la mujer.
Sobre fuerzas extrañas y campos magnéticos expondré en otra entrada.
Se ha escrito,
Paz.
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