La Chana...

Esta semana, por razones de trabajo, tuve que salir "de emergencia" hacia el Registro de la Propiedad del departamento de La Libertad, debiendo pasar previamente por el de San Salvador.
La prisa fue por un fino patrocinio del Jefe, aunque me consta que el cliente ejerció presión decidida en esta ocasión.
En fin, debía hacerlo, así que tomé las llaves del vehículo "de la empresa", pedí que me acompañara alguien, por aquello de las carreras y de no encontrar parqueo, y salimos a devengar salario.
Esta vez, el vehículo que me iba a transportar es de origen chino, de marca poco conocida y de la calidad, mejor ni hablamos.
No critico al automotor por su procedencia, sino por su mantenimiento.
El estado del medio que me transportó aquella tarde era de malo a "pior es nada".
Triste, pero, como dicen por ahí: "Es lo que hay".
Y aunque me costó más que de costumbre el cambio de las velocidades, la Chana nos llevó hasta el CNR de S.S. sin mostrar fallas.
En pocas palabras, todo marchaba bien, hasta ese momento.
Mi paso por el Registro de Comercio estuvo cargado de mucha prisa y cara de aflicción.
Ni modo, debía estar antes de las 4 en Santa Tecla, sino, iba a encontrar cerrado el Registro.
Y bien, salimos hacia allá, conduciéndonos por el Boulevard de Los Próceres, y antes por la 49 Ave. Sur.
El olor a hule quemado empezaba a sentirse dentro de la cabina del vehículo, pero, la verdad, no le dí importancia y continué la marcha, creyendo equivocadamente que dicho olor provenía del vehículo de adelante.
Ya sobre la Panamericana, el vehículo "cascabeleaba" demasiado.
Critiqué el mal mantenimiento de los propietarios, pero noté preocupado que el olor a hule no se iba y ya no era el mismo carro el que llevaba adelante.
Momento tenso, al llegar al trébol y buscar la carretera al Puerto, la Chana no aceleraba en cuarta y no dejaba de hacer ese ruido que identifica lo mal atendido que tiene el motor.
En buen salvadoreño: La soqué.
A 20 minutos para que cerraran el Registro no iba a dar marcha atrás.
Llegué al Boulevard Sur, y mientras cruzaba la zona del desastre en el 2001, mi medio de transporte no permitía pasar de segunda.
Mi acompañante, aquella tarde, dijo haber visto "humo" salir de la parte baja de su asiento.
Todo, a doce minutos para las 4.
Entonces, me dije: si lo sigo presionando, lo fundiré. Por ello, me dejé llevar por la inercia y logré estacionarlo en un lugar seguro, allá en Tecla.
A Dios gracias seguimos el trámite registral y la meta estaba cumplida.
Y el vehículo se quedó en Tecla.
Lo confieso: Me dio miedo encenderlo una vez más.
De seguro no andaba extinguidor.
Esos riesgos laborales fuera de oficina.
Fin.

Se ha escrito,
Paz.

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