¿Mendigos?

En la Santa Biblia, recordarán ustedes, apreciables lectores, se describe una parábola bastante conocida, denominada por algunos como la parábola de "Los Talentos".
De historia sé tan poco que probablemente "peque" de ignorante y mucho. Me disculpo anticipadamente y queda abierto el espacio de los comentarios para las correcciones debidas.
En algún momento de la vida, se conocía con el término "talento" al objeto que servía a las personas para intercambiar valores materiales en sus relaciones cotidianas. En pocas palabras, su uso era similar a la moneda, el pisto o las chirilicas, como bien lo conocemos acá.
Si le ponemos coco a la parábola, recordaremos que se habla de 3 "entregas". Una de 10, otra de 5, y la de 1. Todo, sin duda, tiene el toque del Maestro. O sea, un significado que para su debida comprensión y su claro entendimiento, se requiere de escuchar, observar y reflexionar, entre otros detalles de la Fe.
Ahora bien, esperando que cada uno logre interpretar el mensaje de dicha comparación bíblica, pregunto, ¿podemos hacer a un lado y desinteresarnos por la actitud de quien "reparte" los talentos, frente a aquel que decidió ocultar el suyo?. Creo firmemente que NO.
Por ello, me quejo de personas como el señor que lleva a la señora en silla de ruedas abajo del paso a desnivel del Árbol de la Paz, quien "estratégicamente" coloca a la señora a pedir monedas a todos los transeuntes que pasan por ese lugar.
Debo reconocer que la pobreza es cruel, pero, ya lo decía Facundo Cabral: "No estás decepcionado, estás desocupado... o desorientado". No recuerdo con exactitud la frase, pero bueno, "será el sereno", como diría la Chimultrufia, la idea, ahí queda.
Lamentable, la actitud de aquel que se queda de brazos cruzados y culpa a su cuna de su porvenir. Cuánta falta les hace conocer la historia de grandes personajes que, en medio de tantas dificultades, económicas, espirituales o físicas, levantan la mirada y ponen a trabajar su talento, con coraje y valor.
Señores, sigan escondiéndolo, sigan esperando la ayuda "obligatoria" del otro. Sigan viviendo de la lástima. Su recompensa, de parte del Padre, tarde o temprano, la tendrán.

Se ha escrito,
Paz.

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