¿Cafecito? No, gracias. Creo que Hinds...
Un mensaje en la bandeja de entrada anunciaba, una vez más, el evento organizado por la Fundación. A la vista, el mismo día de su envío, se tomaba el mensaje, pero aún no se decidía la aceptación a la invitación. Sí, ese temor al público desconocido me hacía dudar.
3 días después de haber visto aquel rotulito, con la imagen zenital de la taza con café, acordé conmigo mismo asistir, recordando con pena la oportunidad que perdí de escuchar y ver de cerca a la embajadora de EEUU, Maricarmen.
Pero, no debía ir solo. Por ello, propuse a Roberto la compañía esa tarde-noche, aceptando de inmediato su participación. Todo, vía electrónica, en el desarrollo de eso que algunos llaman "Vida 2.0". Recuerdo haber tuiteado mi decisión; y erretiado por Carol, quién después de todo, terminó siendo mi acompañante.
Miércoles, un tuit idiota dirigido a la fundación, e impulsado por un enter, me dejó con mal sabor de dedos. Una lástima y una pena, antes y después de haber visto sobre aquellas mesas, los platos desechables que separaban volobanes (desconozco su escritura correcta), dedos de queso, alfajores y demás pequeñas delicadezas culinarias que sirvieron para acompañar la cafeina dentro del vasito.
La unidad de transporte colectivo me dejó a pocos pasos del lugar señalado. Por un momento, me sentí en ambiente, recordé aquellas tardes en las que viajaba a esperar la salida del ser querido, en su lugar de trabajo. Pero, el sudor en las manos lo hacía ver de nuevo, había temor, ¿a qué?, a lo de siempre. Ahora entiendo la razón que motivó al Maestro a "enviarlos de dos en dos...".
6 y 26 minutos, me crucé el boulevard, con cierta dificultad. Caminé media cuadra más, bajo aquellos enormes árboles, preguntándome si todos aquellos vehículos todoterreno y/o de procedencia europea, que ví desde Atrium, habían ingresado al lugar. Yo, a pie.
La caseta y la pregunta, ¿viene a lo de Creo?, Sí. La espera en el descanso de las gradas y la sorpresa para mi acompañante. Un rótulo, una puerta, unas gradas, 2 ó 3 mesas con café y pancitos. La gente dentro del salón 1, o el 2. Conocí hasta ayer.
Un evento puntual, el invitado especial y muchas caras desconocidas. La mayoría. Yo, buscaba seguir el Libreto. Abrió Cristina, hizo la presentación. Habló don Manuel y no paró, hasta que alguno de los presentes le interrogó. Yo, seguía el Guión. Nada más.
Gente de traje, risas sarcásticas, teléfonos inteligentes, minilaptops y 20 grados de temperatura, sazonaron el menú de la noche, que ya presentaba variedad en los tópicos, con una profundidad mediana de parte del expositor. Claro, él buscaba justificar la crítica al actual gobierno, a su manera, por conveniencia, a veces, -casi siempre- egoistamente. Nada raro, digo, es una figura pública del pasado.
En lo personal, 20 minutos de aquella exposición debieron ser parte de una cátedra, y yo, un estudiante de Economía. Pues, para no aburrirme. La verdad, se dio.
De la dolarización, dijo, entre otras cosas, que los políticos la veían mal porque les vino a atar las manos. ¿Será que solo a ellos, don Manuel?. No, no pecaré de buxólogo, esa ciencia la desconozco. Aquí me quedo.
Pocos minutos después de las veinte horas, el cafecito dejó de servirse. Bueno, para mí, sí. Debí partir, afuera del edificio no me esperaba una carroza, ni siquiera una coaster. Era tarde y de la misma forma que entré a FUSADES, salí.
Reitero mis felicitaciones a la puntualidad y orden del evento. ¡Adelante, jóvenes!. Es más, propongo -si se puede- como invitado al señor Alfredo F. Cristiani.
Se ha escrito,
Paz.
PD: La respuesta en mi tiro al plato me desagradó.
3 días después de haber visto aquel rotulito, con la imagen zenital de la taza con café, acordé conmigo mismo asistir, recordando con pena la oportunidad que perdí de escuchar y ver de cerca a la embajadora de EEUU, Maricarmen.
Pero, no debía ir solo. Por ello, propuse a Roberto la compañía esa tarde-noche, aceptando de inmediato su participación. Todo, vía electrónica, en el desarrollo de eso que algunos llaman "Vida 2.0". Recuerdo haber tuiteado mi decisión; y erretiado por Carol, quién después de todo, terminó siendo mi acompañante.
Miércoles, un tuit idiota dirigido a la fundación, e impulsado por un enter, me dejó con mal sabor de dedos. Una lástima y una pena, antes y después de haber visto sobre aquellas mesas, los platos desechables que separaban volobanes (desconozco su escritura correcta), dedos de queso, alfajores y demás pequeñas delicadezas culinarias que sirvieron para acompañar la cafeina dentro del vasito.
La unidad de transporte colectivo me dejó a pocos pasos del lugar señalado. Por un momento, me sentí en ambiente, recordé aquellas tardes en las que viajaba a esperar la salida del ser querido, en su lugar de trabajo. Pero, el sudor en las manos lo hacía ver de nuevo, había temor, ¿a qué?, a lo de siempre. Ahora entiendo la razón que motivó al Maestro a "enviarlos de dos en dos...".
6 y 26 minutos, me crucé el boulevard, con cierta dificultad. Caminé media cuadra más, bajo aquellos enormes árboles, preguntándome si todos aquellos vehículos todoterreno y/o de procedencia europea, que ví desde Atrium, habían ingresado al lugar. Yo, a pie.
La caseta y la pregunta, ¿viene a lo de Creo?, Sí. La espera en el descanso de las gradas y la sorpresa para mi acompañante. Un rótulo, una puerta, unas gradas, 2 ó 3 mesas con café y pancitos. La gente dentro del salón 1, o el 2. Conocí hasta ayer.
Un evento puntual, el invitado especial y muchas caras desconocidas. La mayoría. Yo, buscaba seguir el Libreto. Abrió Cristina, hizo la presentación. Habló don Manuel y no paró, hasta que alguno de los presentes le interrogó. Yo, seguía el Guión. Nada más.
Gente de traje, risas sarcásticas, teléfonos inteligentes, minilaptops y 20 grados de temperatura, sazonaron el menú de la noche, que ya presentaba variedad en los tópicos, con una profundidad mediana de parte del expositor. Claro, él buscaba justificar la crítica al actual gobierno, a su manera, por conveniencia, a veces, -casi siempre- egoistamente. Nada raro, digo, es una figura pública del pasado.
En lo personal, 20 minutos de aquella exposición debieron ser parte de una cátedra, y yo, un estudiante de Economía. Pues, para no aburrirme. La verdad, se dio.
De la dolarización, dijo, entre otras cosas, que los políticos la veían mal porque les vino a atar las manos. ¿Será que solo a ellos, don Manuel?. No, no pecaré de buxólogo, esa ciencia la desconozco. Aquí me quedo.
Pocos minutos después de las veinte horas, el cafecito dejó de servirse. Bueno, para mí, sí. Debí partir, afuera del edificio no me esperaba una carroza, ni siquiera una coaster. Era tarde y de la misma forma que entré a FUSADES, salí.
Reitero mis felicitaciones a la puntualidad y orden del evento. ¡Adelante, jóvenes!. Es más, propongo -si se puede- como invitado al señor Alfredo F. Cristiani.
Se ha escrito,
Paz.
PD: La respuesta en mi tiro al plato me desagradó.
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